Toni Barneda nació en Barcelona en 1949 y se licenció en Medicina para más tarde especializarse en Toco-Gineología. A los 32 años le diagnosticaron una enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular, ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica) con diagnóstico de muerte que poco a poco le iría paralizando todos los órganos. A los 36 años, en 1985 muere después de 3 años y medio de lucha diaria recibiendo el amor y los cuidados de su
mujer y sus hijos.
Como se afirma en el prólogo del libro, cuando una enfermedad aparece en nuestras vidas las opciones más importantes que nos planteamos son: luchar o rendirnos. En este caso el autor de este libro optó por la primera opción, y escribió una serie de versos que da la oportunidad al lector de ponerse en la piel de una persona que vive y lucha aun sabiendo que el tiempo se acaba debido a una enfermedad como es la ELA. En el libro podemos encontrar poemas duros que reflejan la peor parte de la enfermedad, otros que expresan la alegría y paz interior necesarias para vivir y aprovechar el tiempo aunque solo sea mirando a quienes están siempre ahí, pero sobre todo, poemas llenos de sinceridad.
No todos los enfermos que padecen esta enfermedad tienen la oportunidad de escribir un libro, ya que hay veces que la enfermedad avanza rápidamente y no hay recursos ni medios que hagan más fácil las necesidades y voluntades de los enfermos. En este caso el autor no permitió que la ELA fuese un impedimento para continuar con sus pasiones como eran la fotografía, la pintura y la poesía, por eso los poemas que se recogen en este libro fueron escritos con leves movimientos laterales de cabeza y con la ayuda de un ordenador especial traído de Estados Unidos. De hecho entre las páginas del libro se muestran algunos carboncillos del autor, así como en la contraportada, donde aparece un cuadro que también es suyo.
La historia de Toni Barneda es un claro ejemplo de cómo el arte puede salvar vidas aunque estén destinadas a acabar muchísimo antes de lo que deberían. Porque ningún escritor muere si deja huella en el corazón de quienes le dan vida leyendo y sintiendo sus palabras.
Por eso nunca debemos rendirnos ante nuestros sueños, porque por muchas vicisitudes y por muchas piedras que nos encontremos en nuestro camino siempre habrá algo que nos inspire y nos de fuerza para seguir luchando durante el tiempo que se nos de la oportunidad más grande, la de vivir. El tiempo es un regalo, que a veces podemos hacernos a nosotros mismos aprovechándolo, y sobre todo, compartiéndolo.
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Publicado por Carolina Moreno Rubiales
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